Dejar el hogar y dejar a los hijos

Culpa por dejar a los hijos

 

Cuando ocurre una ruptura matrimonial, y hay hijos menores de por medio, se suele fijar la atención en los hijos y la madre o el padre que queda a cargo de ellos.

 

Pocos se fijan, en el otro miembro de la pareja que, debido a la separación, debe abandonar el hogar y vivir distanciado de sus hijos. Este padre o madre experimenta una doble ruptura: con su pareja y con sus hijos.

 

Además, nuestra sociedad se compadece del progenitor que se queda con los hijos menores y, por ende, con más responsabilidades; en cambio, demoniza al que queda "sin responsabilidades". Esta percepción dual de la realidad, no es equitativa pues el que debe irse del hogar, vive una libertad aparente, puesto que tener que distanciarse de los hijos promueve un sentimiento de culpa por abandonarlos.

 

El no poder enfrentar este sentimiento, ante una posible ruptura, hace que muchas parejas no den el paso de separación.

 

Ahora, ¿por qué surge este sentimiento? ¿Dónde está su origen? Este sentimiento surge por nuestro desesperado intento de buscar un culpable. Pero hay que entender que, en toda ruptura, ambos miembros de la pareja son responsables en menor o mayor medida; y, además, todos los integrantes de la familia deberán asumir la nueva situación.

 

De ahí que sea esencial liberarnos de este sentimiento cuanto antes, por nuestro bien, pero también por el de nuestros hijos. Conscientes o no, nuestros hijos perciben este tipo de emociones y tienden a utilizarlas a su favor, por ejem­plo: excediéndose en sus peti­ciones, sabedores de que se­remos incapaces de negárselas; debido a nuestro sentimiento de culpa que busca compensar la separación.

 

Para liberarnos de este senti­miento de culpa, es preciso ha­cernos conscientes de que he­mos optado por la separación como única vía de restablecer la armonía familiar, aunque sue­ne paradójico. Valoremos, en­tonces, la importancia de nues­tro papel, pues, al dejar el hogar familiar y salir del núcleo, cum­plimos una función difícil y a la vez necesaria.

 

Por otra parte, abandonar el hogar no es en absoluto sinóni­mo de abandonar a nuestros hi­jos. Los niños seguirán necesi­tando todo aquello que podamos aportarles ambos progenitores; y eso no se calcula en las horas que estamos con ellos sino en lo que les ofrecemos.

 

Seguramente que tendremos menos encuentros con nues­tros hijos, pero podemos proponernos que éstos sean más significati­vos; más, incluso, que cuando vivíamos inmersos en el fragmentado ambiente familiar anterior.

 

¿Cómo vives la separación de tus hijos?

 

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